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martes, 6 de agosto de 2013

Personajes Curiosos del Camino


   Desde que el primer peregrino recorrió hace más de mil años el Camino de Santiago ha existido la picaresca. Buscavidas de toda índole en forma de hospitaleros, peregrinos, comerciantes, guías o incluso párrocos. La mayoría no hacen daño a nadie -tal vez sea esa la diferencia entre pícaro y maleante- y se dedican únicamente a vivir de lo que pueda darles la ruta. Una comida gratis aquí, un regalo allá… Otros simplemente buscan fama, ser reconocidos como el peregrino oficial o algo así.
   A partir del resurgimiento de la ruta Jacobea a principios de los 90, han surgido personajes curiosos entre los que hemos realizado el camino, que reportajes de TV y videos particulares los ha popularizado.

   Voy a hacer una breve referencia a los más conocidos, todo ello desde el mayor respeto posible, pues podemos decir que ellos son parte del Camino.
   Por orden de aparición en el camino Francés tenemos:

Pablito el de las Varas
   Hay varias formas para hacerse con un buen bordón. La primera es adentrarte en el bosque y hacerte con uno. La segunda es comprarlo en las muchas tiendas que lo venden a lo largo de la ruta. Y la tercera, la más entrañable, la más auténtica, es pasar a saludar a Pablito, Pablito de Azqueta, Pablito el de las varas.
   

   El tramo navarro del Camino no podría entenderse sin la presencia de este hombre que pasa de los setenta años y que espera en el campo o junto a su casa de Azqueta -siete kilómetros después de Estella- a que pasen los caminantes. Te saluda, te invita a pasar a su casa a tomar un café y te regala una vara. Una a tu medida. Él sabe. Prueba con una y con otra hasta dar con la que mejor vaya con tu altura y constitución.
  Con Pablito nunca se sabe cuándo seguirás hacia Monjardín. Con él la conversación es agradable y se puede alargar durante horas.

   Pablito atiende cada año a miles de peregrinos. Según sus cálculos, ha entregado ya más de 25.000 varas. Él mismo se ocupa de cortarlas en los bosques de Belate, aunque ahora, por eso de la edad, recurre a sus sobrinos para que le echen una mano. Elige las mejores varas de avellano, una madera flexible y recia al mismo tiempo. A cambio, no pide nada, pero por el cariño con el que enseña las postales y fotos que le envían los caminantes, se adivina que agradece una postal al llegar a Compostela.


Felisa de Logroño
   Os hablo de Felisa (Felisa Rodríguez Medel- Hospitalera del Camino de Santiago), conocida para los peregrinos, ya que aparecen referencias sobre ella en casi todas las guías editadas en varios idiomas sobre las rutas Jacobeas.
   Después de pasar Viana y antes de entrar en Logroño, pero disfrutando ya de sus vistas , nos encontramos un pequeño cartel, escrito a mano, que nos dice "INFORMACIÓN Y SELLADO A LOS PEREGRINOS" FELISA.

   Vivió hasta 1940 en una de las calles más emblemáticas de Logroño como es la Ruavieja, teniendo que salir de la misma, por la declaración de ruina de la casa donde vivían asentándose desde ese mismo año en su actual ubicación en el camino de Viana.
   La relación con el Camino de Santiago, llega en la década de los 80, cuando Jesús Martínez Cañas (Cura del barrio de San Antonio), le pide ayuda, para que se encargara de informar y sellar a los peregrinos que hacían el Camino de Santiago, como es de imaginar la nómina para tal labor es de las que se cobran en el más allá.
   Aún con la dificultad que suponía no saber ni leer ni escribir, acepta el encargo. Estando desde entonces, como fiel guardián al pie del cañón
   Siempre atenta, si venía un caminante lo atendía y le preguntaba que si venían más , para no moverse de su puesto.
   El idioma nunca fue problema, ella no hablaba más que un castellano castizo, pero como el querer es poder, entre palabras y gestos se hacía entender, después de sellarles les invitaba a escribir lo que tuvieran a bien en hojas, posteriormente en libros; también eran invitados a refrescarse y descansar, muchas veces a pesar suyo en el suelo, ya que por más que había solicitado en todos los estamentos, no disponía más que de 2 bancos, insuficientes la mayoría de veces.
   Su oficina (mesa y sombrilla), no cerraba, lo más se cubría con un plástico para evitar que se mojarán los libros, vigilaba desde la ventana de su cocina, y si no a la sombra de la higuera esperaba la llegada de los caminantes.
   Esta labor la fue realizando con gran dedicación, acumulando trienios y quinquenios, aunque quiero suponer que con el mismo sueldo.
El  pago lo recibía día a día, con el agradecimiento y la sonrisa de cada uno de los que atendía. Cuando desde cualquier parte del mundo, le llegaba una postal dándole las gracias era como si de una paga extra se tratara.

   Felisa falleció el 20 de Octubre del 2002, muy cerca de cumplir los 92 años, además de sus familiares, seguro que son muchos los que la echarán en falta.

   Ahora cuando pasemos por el camino de Viana no encontraremos a Felisa, ella no estará pero si su mesa, su sello, su cartel y su hija Mari (María Teodora Mediavilla Rodríguez) con sus 70 años de edad , que después de haber vivido tantos años con su madre, y cumpliéndose: " Al que a los suyos parece honra merece", sigue atendiendo a los peregrinos, vecinos y caminantes de paso.


Marcelino Lobato

   Marcelino Lobato es otro de esos curiosos personajes que han surgido de la ruta. Con una credencial que, como si de un rollo de papel higiénico se tratara, mide varios metros, Marcelino se dedica a recorrer el Camino de forma incansable. Aparece en periódicos de toda España, asiste a la ceremonia de apertura del año Jacobeo con las autoridades y da conferencias como peregrino experto que es. Como famoso que se precie suele llevar fotos suyas para regalar. Por si fuera poco, lleva siempre encima un sello y un bote de tinta para estamparlo en las credenciales de los peregrinos que se encuentra en el camino. Genio y figura.


   La figura de Lobato vestido de Peregrino a la vieja usanza (siglo XII o XIII) forma parte de la historia actual del Camino de Santiago. Su foto está en numerosos albergues y lugares del camino.
    Un camino que recorrió por primera vez en 1071 y desde entonces ha repetido en varias ocasiones. La vida de Lobato gira en torno al Camino y sobre el versa las conferencias que suele dar basandose en numerosas anécdotas, historias y recuerdos en los que quiere contar las verdades y mentiras del Camino de Santiago.
   
   
   Cuando Marcelino se cansa de caminar, pasa los días en su “oficina”, una sencilla marquesina de madera en las afueras de Logroño en el parque de la Grájera, donde espera a los peregrinos, a quienes regala un rato de su amena charla, algo de fruta e incluso algún que otro bordón.

   Y no me cabe duda de que lo agradeces, porque el Camino está hecho de pequeños detalles como estos, que lo convierten en una ruta mágica incomparable con ningún otro recorrido del mundo. Además, ¿qué sería del Camino sin estos entrañables pícaros modernos?

   Lobato formo parte del grupo de personas que, encabezados por el sacerdote Elías Valiña, empezaron a pintar las flechas amarillas, en una tarea de revitalización del Camino, por aquellos años en decadencia. Hoy, esas flechas marcan la ruta de las estrellas y guían a miles de personas cada año hacia Santiago de Compostela. La otra motivación del caminante es "hacer una aventura porque los demás caminos los conozco y he escrito mucho sobre ellos, y además es sabido que el Camino empieza en la puerta de casa de cada uno". Lobato critica la pérdida del sentido original del peregrino, e ironiza: " Ahora en los Albergues nos falta aire acondicionado y, ya puestos, una alfombra persa, una piscina y una caja de preservativos."

   Más de dos décadas años después de colaborar en el pintado de la primera flecha amarilla, este leonés de nacimiento y riojano de adopción, confía en que "Elías Valiña, desde allá arriba, junto a Dios y a Santiago" le den fuerzas para seguir caminando. Muchos kilómetros recorridos en la vida de un hombre, todavía recuerda cuando era capaz de subir "fumando" el monte Cebreiro, en los límites entre León y Lugo, una de las etapas más características del Camino Francés

   
 
Jesus “el Jato”
  
   Oficio de hospitalero. Oficio de tradición y acogida, de mano tendida, de estar cuando casi nadie está, de encender luces acogedoras cuando en lo profundo del invierno se apagan casi todas las del Camino.
   Jesús Arias Jato, "el Jato" o Jesús para los amigos, oficia de hospitalero en Villafranca del Bierzo. A Jato le conocen en los cinco continentes. Es una referencia en la bibliografía andarina jacobea. desde tiempos ignotos, cuando aún no se había producido renacimiento alguno del Camino de Santiago, al igual que lo venían haciendo sus padres y abuelos. Personaje, adorado por muchos peregrinos, sobre todo por los mas veteranos, controvertido para otros; pero para nadie indiferente: Jesús Jato hospitalero del Camino de Santiago en su "hospital" Ave Fénix de Villafranca del Bierzo, ubicado en los alrededores de la iglesia de Santiago, muy próxima a la casa donde nació y en la que todavía hoy recuerda que su abuela le contaba que fue el hospital del Lazareto, es sin duda para todos, un autentico mito del Camino.
   Resulta una estampa corriente, al llegar al Ave Fénix y encontrarse a Jesús dando unos pases "mágicos" a algún peregrino que ha llegado con la espalda partida. Al cabo de unos minutos Jesús resopla y mira a los ojos del peregrino, "¿Bien?". El peregrino se endereza: "Joer, Jato, acojonante, no me duele, ya no me duele nada". Un grupo expectante se deshace boquiabierto, mientras la voz de Jato se hace oír de nuevo, "¿roncadores, si hay algún roncador, ya lo sabe a la habitación de roncadores". Jato entre otras cosas es taumaturgo.   
 
 
   El Ave Fénix, fue levantado por Jesús con su propias manos  y con las de docenas de ayudantes y peregrinos, a partir de unos antiguos invernaderos, después de que un incendio provocado, al parecer, por un peregrino belga, lo arrasara completamente en 1989. desde entonces piedra a piedra, fue tomando la actual forma; pero tampoco con cualquier piedra "mira esta piedra es de la catedral de Colonia, aquella, si aquella, la angular es del monasterio de Obona".
   Taumaturgo si, pero también "premio Elías Valiña" a la recuperación del Camino. Discutido por la peculiaridad espartana de su albergue, "al que no le guste ahí tiene el parador" y también por dedos acusadores que le imputan el habr implantado lo de los "coches portamochilas" y por otros más, que le acusan literalmente de "haberse hecho rico" a costa de los peregrinos. cualquiera que se asome por su albergue, descubrirá que efectivamente es un hombre rico; pero solo, rico en amigos.
    La comida, frugal pero abundante, es comunal en el Ave Fénix. Otra de las normas de la casa es que nadie sirve a nadie, así que el trasiego de fuentes de una a otra parte de la mesa es continuo. Quien tenga ganas de escucharle probablemente le oirá contar lo que es su día acaeció al lado del pozo. "Mira, poco antes de la visita del Papa, aquí durmió, en el suelo, al lado del pozo, un príncipe de la Iglesia, el Cardenal Suquia que iba a Compostela con un montón de chavales. Llevaba un chándal azul y no se quejó de nada, ¡de nada!".
 
   Jesús se sume en un largo soliloquio sobre lo que ha cambiado el Camino, echa pestes de los albergues privados: "No tienen alma, lo único que se nos puede pedir es alma, así matan el Camino. Mis padres, mis abuelos, mi mujer y mis hijas siempre hemos entendido la hospitalidad como un servicio. Yo vine desde Roma en bici cuando se me estropeó el Camión (Jato, fue, entre otras cosas camionero) y el Abad de Leyre me acogió y me permitio dormir en la cripta románica, nunca se lo agradeceré bastante".
   de muchos es conocida la anécdota de los franceses y si no siempre estará él para contarla a quien desee escucharla: "Pues resulta que venían y me decían ¿me calienta agua para el té? y yo venga a calentar agua para el té, asi que un día me encabroné y puse un letrero en español y en fracés: "Messies y madames; té 20 pesetas, calentar agua para el té 100 pesetas, megso vocú". Pero peor fueaún cuando le trataron de embargar por culpa de ciertos escombros procedentes de las obras. no ocurriéndosele otra cosa que poner un anuncio en la prensa de León que decía lo siguiente: "Subasto tres gallinas y un coche viejo para pagar el embargo que me han puesto los señores del ayuntamiento. Razón Jesús Jato".
   difícil es el día a día del peregrino; pero mientras existan lugares como el Ave Fénix y gente como Jato, dispuestos a encender una luz en la soledad del caminante, más fácil será de sobrellevar. Que el Apóstol te bendiga a ti y a todos los que a ello contribuyen.
 


Tomás "El Último Templario"

   Pasas las ruinas de Foncebadón y la subida se agudiza. Media hora después, la Cruz de Ferro destaca junto al camino. El monte Irago, cumbre totémica de los Montes de León desde tiempos de los romanos, domina la panorámica. Si buscas con la vista en el fondo de los valles boscosos, intuyes varias aldeas de piedra, abandonadas como Foncebadón. La carretera comienza a descender suavemente. Un par de curvas más allá el tañido de una campana cercana rompe el silencio. Miras a un lado y a otro y no ves iglesia alguna. Parece cosa de magia.


   Pero enseguida lo ves. Casi oculto entre la argoma, el despoblado de Manjarín aparece junto a la poco transitada carretera. La campana sigue sonando. Un hombre de barba corta te saluda con una mano mientras tira de la cuerda de la campana con la otra. Una cruz octógona roja destaca en su túnica blanca, igual que lo hace en una bandera que ondea sobre un mástil rudimentario.
Es Tomás, Tomás el Templario. Hace muchos años que dejó su vida en la gran ciudad y se vino a las ruinas de Manjarín para vivir y atender a los peregrinos. Te invita a un café o a un trago de agua de la fuente del pueblo y te cuenta extrañas historias de templarios (al parecer hay más como él) y de energías telúricas que surcan los Montes de León. Muchos peregrinos, atraídos por una atmósfera tan especial, deciden hacer noche en Manjarín. Y no son pocos los que se quedan más de una noche disfrutando de la soledad del pueblo abandonado y de la extravagante conversación con Tomás.
   El refugio, como todo en Manjarín, es precario. No tiene electricidad ni ningún tipo de comodidad moderna. Apenas cuatro paredes de piedra y madera y unas tejavanas de plástico. Pero es quizás eso, y los extraños rituales que realiza Tomás con su espada templaria, lo que atrae a quienes deciden quedarse en Manjarín.
   Sea como fuera, este peculiar castillo templario es una parada obligada en la ruta, aunque sólo sea para echar un trago de agua, acuñar el sello de Tomás en la credencial y descansar tras la larga subida al puerto. Después sólo queda bajar al Bierzo. Es un descenso largo, de varias horas, donde los tobillos agradecen unas buenas chiruca para evitar torceduras que pueden acabar arruinando tontamente el Camino de cualquiera.



Zapatones, el peregrino de Fraga
   Al llegar a la compostelana plaza del Obradoiro o los alrededores de la Catedral nos encontramos con este personaje. Su atuendo, el habitual de los peregrinos medievales, con su capa, su sombrero de fieltro y su bordón no dejan lugar a dudas. Suele estar allí plantado, como si fuera uno de esos romanos recién salidos de un cuento de Asterix que posan junto al Coliseo de Roma en busca de alguna propina. Pero Zapatones no busca propina. Él se conforma con contar a quienes llegan a Santiago rocambolescas historias en las que se convierte en una suerte de “peregrino oficial”.
-Yo soy el peregrino de Fraga -decía cuando aquel aún era presidente de la Xunta-. Como Fraga no puede inspeccionar todo el Camino, me envía a mí para comprobar que todo esta bien.
Y se quedaba tan ancho. Lo peor de todo es que cuando tras un mes de caminata diaria llegas a Santiago te lo crees todo, así que volvías a tu casa convencido de que aquel tipo era realmente el peregrino de Fraga. Lo ves allí, siempre con grupos de peregrinos recíen llegados a quienes lleva a su bar preferido, que curiosamente suele cambiar cada poco tiempo.


   
   En Fin, estos son los mas conocidos, pero hay mas, y recorriendo el Camino nos encontraremos con muchos personajes que forman parte del camino de forma permanente o circunstancialmente como peregrinos que nos sorprenderán, nos enriquecerán o nos harán ver la vida desde un ángulo distinto, y quien sabe, quizás nosotros seamos uno de ellos. 


1 comentario:

  1. No son TOD@S los que están... ni están tod@s los que son, pero aún así y todo puede valer

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